Cuando el hombre se levanta de la urgencia vegetal que le concibe, cuando suelta la potestad del monte, cuando se asea de la insistencia del árbol, algo urbano y no humano se mece en sus instintos. Es la ciudad que le insufla pensamientos, que le inyecta una lujuria de piedra y de cristales. Es la ciudad que es un monstruo primitivo, apenas encendido, apenas proclamado. Es cuando la calle reemplaza al camino y se torna un epitafio de la prisa. Es cuando el teatro, la plaza y el templo reemplazan las abiertas ceremonias de los astros. Y todo aquello que se mostraba silvestre, adelgaza sus salvajismos para entonar las músicas del asfalto. El cobijo de los hombres, antes amplio y dialogante con el pájaro y la hierba, ahora es una cápsula de tamaños indigestos, una caja donde apenas caben las pasiones y los bríos. Sin embargo el hombre sigue a merced de sus latidos urbanos. No puede evitar mecerse en sus membranas, crear, nacer, morir, hacer, destruir… fuera de sus fueros. La ciudad le ha pervertido, lo ha bautizado, lo ha elegido.
¿Por qué pintas la ciudad?
Pinto la ciudad porque desde que nos erguimos para obtener el alimento, ya éramos animales potencialmente urbanos. El fenómeno urbano me fascina por es un organismo vivo, mutable, indescifrable. Como arquitecto de formación me interesa lo geométrico más que lo orgánico morfológicamente. La ciudad me permite adentrarme en la abstracción geométrica, que no me permite un paisaje natural, pese a que amo la naturaleza y la celebro.
Llevas un tiempo pintando puentes. ¿Me puedes comentar qué significan para ti?
A nivel sólo estético, el puente produce en mis obras la sensación de perspectiva y fuga que busco. Anhelo que el espectador experimente una sensación de expansión y apertura visual. Como si te asomaras a un gran ventanal.
Y ya buscando el sentido semántico, el emocional…el puente significa para mí, mi antigua y permanente búsqueda de conocer mi naturaleza espiritual, de atarme a la otra orilla de mí misma dónde existo como puro potencial, sin ego ni juicios ni dolor.
Busco a su vez generar esa búsqueda en el espectador, toda forma pictórica contiene un lenguaje subliminal, como conocen bien los publicistas.
Otro de los temas que tocas últimamente son los espacios urbanos nocturnos y lluviosos.
Eso también tiene una connotación estética profunda. No me interesa plasmar el detalle urbano: las gentes, las tiendas…sino la atmósfera ciudadana, el coche como gesto de la prisa, las luces entreabriéndose camino entre la bruma. Me interesa retratar la velocidad, la gestualidad de la ciudad, sus siempre cambiantes escenarios. Para ello recurro al brochazo intenso, veloz, espontáneo…es como atrapar el momento en un único brochazo. Si retoco ese lenguaje, lo estropeo, por eso practico mucho previamente la velocidad del gesto de la mano en otros soportes, para alcanzar esa cinética que me interesa retratar. No me gustan nada los retratos urbanos dónde los coches son elementos detallados y estáticos. ¡El coche no nos da tiempo para ver la marca del neumático! Ni para ver la ropa de las personas con detalle. Jamás vemos la ciudad de ese modo, siquiera cuando los coches están aparcados. La ciudad es siempre vitalidad y movimiento, sensualidad, caos…aunque acontezca dentro de un cosmos mayor. Esa es la razón por la que no detallo demasiado los edificios, (sólo explico unos o dos para que el espectador se sitúe en una ciudad en concreto), ni el mobiliario urbano. La lluvia proporciona un marco dónde rescato el sentido de la elegancia. Mis cuadros con lluvia no son tristes, sino elegantes. Eso me lo proporciona trabajar éstos más orientados hacia el blanco y negro sin demasiadas estridencias de color ni valor. Me importa el movimiento, la danza urbana.
¿Cuál es el sentido final de tu arte, tanto en la pintura como en la literatura?
Crear es una forma de meditación, de conexión absoluta con nuestro verdadero Yo que está libre de las ataduras de la mente: preocupación por la subsistencia, por la aprobación ajena hacia nuestra valía, por si somos amados o no. La mente que está en el estadio de la creación es una mente poderosa porque ha conectado con su verdadero potencial, está totalmente en el presente y esa disponibilidad para estar atento al presente es el acto más digno y alto de que puede alcanzar la consciencia humana. Mientras creas, amas de un modo desinteresado hacia el sujeto que experimentará tu arte. Estás manando amor hacia el otro, sin pedir nada a cambio. Por eso se dice que los grandes artistas como Picasso o Dalí, han tocado lo más sublime de la mente, pese a ser presos de sus pasiones como todos.
Yo busco sanar a través de mi arte. Cualquier manifestación artística tiene que producir una alquimia en el que es recipiente de ese arte. La alquimia no necesariamente tiene que ser hacia lo equilibrado y bello (como en el caso de mis paisajes urbanos) sino que puede conmover otros aspectos más sombríos y revueltos de la personalidad del lector o espectador (como en el caso de mis textos o la pintura tanguera que busca manifestar lo sensual). En todo caso, un artista es bueno, cuando su arte produce una alquimia en el público y en sí mismo. Tanto el público como el artista dejan de ser la misma persona, si el arte ha cumplido su función, que es la de transformar. Y esa es la gran diferencia entre arte y artesanía ( sin quitar méritos a lo artesanal). Por eso en mis obras urbanas huyo de lo artesanal de repetir fidedignamente la realidad como lo hace la fotografía, y busco plasmar el aura urbana, el espíritu caótico de las grandes urbes que nos construyen como civilización.
Entrevista realizada por la galería Nave del Arte en relación a la exposición colectiva ART-4 u
BIOGRAFÍA:
Cristina Bergoglio. Arquitecto, ha desarrollado su visión plástica, literaria y científica desde temprana edad. Durante sus estudios de arquitectura comenzó a exponer sus visiones de espacios diseñados por ella misma en diversas salas de su ciudad natal. Interesada sobremanera en el trabajo de los arquitectos mexicanos Luis Barragán y su discípulo Ricardo Legorreta por la mística de estos espacios, envía sus proyectos, dibujos y textos al despacho de este último arquitecto, quien en México, insta a Cristina a dedicarse a la pintura y a la literatura en Europa. En México conoce al poeta Jaime Sabines y al narrador guatemalteco Augusto Monterroso. De regreso a su tierra, toma la decisión de desarrollar su carrera artística en Madrid, España. Allí comienza la investigación alrededor del paisaje urbano como consecuencia de sus estudios como arquitecto y del tango, por amor a sus raíces y a la danza. Estudia pintura en el Taller del Prado de Madrid, siendo profesora posteriormente durante algunos años, hasta el año 2007 bajo la dirección del pintor andaluz Francisco Molina Montero. En literatura ha incursionado en los géneros cuento, poesía, ensayo y artículo periodístico y sobre todo en la prosa poética, cuyo trabajo ha contado con el apoyo del escritor español Francisco Umbral y del escritor argentino Federico Andahazi.
Actualmente mantiene su casa-estudio en Madrid, donde sigue trabajando sobre paisajismo urbano en pintura. Sus ensayos literarios están enfocados a la investigación del potencial creativo de la mente humana a través del estudio de la física cuántica y los últimos paradigmas científicos, tema en el que lleva investigando más de 20 años.
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